21 de marzo de 2012

Mi Pequeño Mundo Se Ha Roto


Había una vez un muelle que vivía tranquilo y seguro dentro de su bolígrafo. Aunque oía muchas cosas procedentes del exterior, vivía creyendo que fuera de su mundo, el bolígrafo, no había nada bueno. Sólo pensar en dejar su bolígrafo le daba tal miedo que no le importaba pasar su vida encogiéndose y estirándose una y otra vez en el minúsculo espacio del boli.

Pero un día, se ácabó la tinta, y cuando su dueño lo fue a cambiar tuvo un despiste. El muelle saltó por los aires y fue a parar al desagüe del lavabo, y por ahí se perdió de vista. El muelle, aterrorizado y lamentándose de su suerte, atravesó tuberías y tuberías, pensando siempre que aquello era su fin. Durante el viaje por las cañerías no se atrevió a abrir los ojos de puro miedo, sin dejar ni un momento de llorar. Arrastrado por el agua, siguió, siguió y siguió, hasta ir a parar a un río; cuando la corriente perdió fuerza, al ver que todo se calmaba, dejó de llorar y escuchó a su alrededor, y al oír sólo los cantos de los pájaros y el viento en las hojas de los árboles, se animó a abrir los ojos. Entonces pudo ver las aguas cristalinas del río, las piedras del fondo, y los peces de colores que en él vivían y jugaban, y comprendió que el mundo era mucho más que su pequeño bolígrafo, y que siempre había habido muchas cosas en el exterior esperando para disfrutarlas.

Así que después de jugar un rato con los peces, fue a parar a la orilla, y después a un campo de flores. Allí escuchó un llanto, que le llevó hasta una preciosa flor que había sido pisada por un conejo y ya no podía estar recta. El muelle se dio cuenta entonces de que él podía ayudar a aquella flor a mantenerse recta, y se ofreció para ser su vestido. La flor aceptó encantada, y así vivieron juntos y alegres. Y siempre reían al recordar la historia del muelle, cuando pensaba que lo único que había en la vida, era ser el triste muelle de un bolígrafo.

Autor: Pedro Pablo Sacristán

¿Recuerdas alguna vez que te hayas sentido como el muelle con miedo a abandonar tu zona de confort?

Ana María R. Novoa

11 de marzo de 2012

Las Emociones de Teresa

Teresa en Nieve de Julio, dio el mando a sus emociones durante todo el viaje hacia la casa de su tío.
Sin saber como gestionar su enfado, dejó en silencio a su dolor y cuando llegó el momento de divertirse, se negó a hacerlo perdiendo la oportunidad de saborear nuevas experiencias.
En su mochila emocional seguramente acumulaba y cargaba con emociones fruto de sus vivencias, de ideas suyas o heredadas, de pensamientos repetidos, de fustraciones, de enfado, miedo, culpa... y de esa necesidad de afecto que durante ese viaje sintió que no estaba satisfecha.

Por fortuna, Teresa, fue consciente de lo que le estaba pasando y al llegar a la casa del campo eligió quitar el poder a sus emociones y regalarse sensaciones y experiencias nuevas.

Te invito a hacer una lectura de las emociones a través de los personajes de esta historia que tiene lugar en el campo de Andalucía.

Te dejo una serie de preguntas para que guie este proceso:
  • ¿Qué emoción crees que está sintiendo?
  • ¿Crees que ha reconocido la emoción?
  • ¿Cómo la expresa?
  • ¿Es asertiva, agresiva o pasiva?
  • ¿Qué información crees que le está dando la emoción?
  • ¿La gestiona o la anula? ¿Cómo lo hace?
  • ¿Cómo lo harías tú?
¿Qué preguntas le harías tú a Teresa o a otro personaje para ayudarlos a gestionar sus emociónes?

Ana María R. Novoa

2 de marzo de 2012

Escalera De Inferencias

El conejo y el pastor alemán

Esta es la historia de dos vecinos que eran buenos amigos y que decidieron comprarles a sus hijos sendas mascotas. Uno compró un conejo, mientras que el otro compró un cachorro de pastor alemán. El primero protestó pensando que el perro se comería a su conejo, pero el otro objetó diciendo que, al ser ambos cachorros, crecerían juntos y llegarían a hacerse amigos. Y así fue. Era normal ver al conejo jugando en el patio del perro y al revés.
Un día, el dueño del conejo fue a pasar un fin de semana en la playa con su familia y dejaron al conejo en casa. El domingo por la tarde, el dueño del perro y su familia tomaban la merienda, cuando entro el pastor alemán a la cocina. Traía el conejo entre los dientes, muerto y todo sucio de tierra. La primera reacción fue culpar al perro y enojarse con él.
En pocas horas llegarían los vecinos, ¿qué les iban a decir?
Lo primero que se les ocurrió fue bañar al conejo y dejarlo bien limpito por lo menos para que los niños pudieran despedirse de él. Y así hicieron y lo dejaron en su casita del patio.
Apenas llegaron los vecinos, oyeron a los niños gritar y uno de ellos fue corriendo hasta la casa cercana para contar lo que había sucedido:
-¡El viernes antes de irnos el conejo se murió y lo enterramos y ahora al volver lo encontramos nuevamente en su casita!

La historia termina aquí Lo que ocurrió después no importa. El gran personaje de esta historia es el perro que, sin haber hecho nada, cargo con toda la culpa. Imagina al pobrecito, desde el viernes, buscando en vano a su amigo de la infancia. Después de mucho olfatear, descubrió su cuerpo muerto y enterrado.
¿Qué hizo él?
Probablemente con el corazón partido, desenterró a su amigo y fue a mostrárselo a sus dueños, imaginando poder resucitarlo.
Sin embargo otra fue la historia imaginada a partir de la cual fue culpado...


Autor desconocido

Te invito a recordar alguna situación en la que hayas actuado de esta forma creando tu propia versión de la historia. Te dejo esta escalera para que seas consciente de como vamos creando "nuestra película".



Ana María R. Novoa